miércoles, 9 de abril de 2014

El estudio en el saber de los profesores

Desde su constitución moderna, el contexto universitario no ha dejado de problematizar las relaciones entre la lógica de descubrimiento, la lógica epistemológica y la lógica docente. Uno de los motores que impulsaron la problematización es la sospecha de que la inversión en investigación no se rentabiliza en mejora de docencia en las aulas. En demasiadas ocasiones, los profesores vivimos la dedicación a la investigación como algo distinto, incluso contrapuesto, a las exigencias de la docencia. Por ello mismo, ser un buen docente es muy distinto a ser un buen investigador o un buen gestor. Nadie niega la importancia de la buena investigación pero, al menos para el caso que nos ocupa, ella no se puede sustituir ni igualar (ni en objetivos, ni en habilidades, ni en mentalidad, ni en actuaciones concretas, ni en conocimientos precisos) con la buena docencia. «Parece claro que el hecho de poseer un alto nivel de excelencia como investigador no garantiza el que la práctica docente resulte igualmente exitosa. Aún más clara resulta la divergencia entre tareas de gestión y tareas docentes» (Zabalza, 2002:108). De este modo, aparece como altamente discutible el axioma de que una buena enseñanza se sostiene en una buena investigación, o que el mejor docente es un buen investigador. A priori, ser un buen docente universitario pasa por estar al día de lo que se investiga y por hacerlo accesible en modalidades efectivas de enseñanza y aprendizaje. Pero, siguiendo esta premisa, la actividad propia para llegar a ser un buen profesor no es la investigación sino el estudio. Obviar tal distinción puede conllevar a la supresión del estudio entre las tareas de los profesores lo que podría significar la defunción de la universidad como lugar de pensamiento.No en vano hoy en día, al menos desde las posiciones más oficialistas, se nos invita insistentemente a investigar y a enseñar, pero se relega el estudio -el cuestionamiento profundo que no tiene prisa por convertirse en producto en forma de publicaciones- a un lugar marginal de la universitas. José García Molina. Cartografías pedagógicas para educadores sociales. Editorial UOC, Barcelona, 2012; páginas 47 y 48

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