miércoles, 26 de octubre de 2011

Las tres vías de acceso al saber científico de Inkeles, aplicado a la pedagogía

Un buen comienzo para dar vía a esta cuestión en nuestra disciplina pudiera ser la que ya han apuntado autores como Sáez (1986 y 1997) o Petrus (1988). Ésta se basa en el ya clásico esquema de los tres caminos o vías propuesto por el sociólogo Inkeles: la histórica (lo que se ha hecho al respecto), la práctica (lo que se está haciendo) y la analítica (lo que dicta la razón acerca de lo que esta disciplina o ciencia es o debe ser). (García Molina, 2003: 58)

En pedagogía social, para la definición de su objeto –al igual que en las demás ciencias-, existen varias opciones, según los planteamientos de delimitación sugeridos, entre otros, por autores como Inkeles (1968), Luque (1986) o Morales y abad (1989), y que, en lo fundamental, consideran que el objeto de una ciencia se puede abordar directamente por una triple vía –histórica, empírica y analítica- e indirectamente de modo comparativo con otras disciplinas. (Caride, 2005: 49)


Texto Original:
Inkeles, Alex (1968) ¿Qué es la sociología?. Uteha, México, pp. 2-3

Tres vías de definición
Tres caminos principales se nos ofrecen para definir el objeto o materia de la sociología:
1. El histórico, por el que buscamos en el estudio de las obras clásicas de la sociología la huella de las preocupaciones y problemas centrales que por tradición corresponden a la sociología como disciplina intelectual. En pocas palabras: nos preguntamos, “¿Qué dijeron los padres de la ciencia?”
2. El empírico, por el que estudiamos las obras sociológicas de hoy para averiguar los temas a que esta ciencia otorga atención preferente. En pocas palabras: nos preguntamos, “¿Qué están haciendo los sociólogos contemporáneos?”
3. El analítico, por el que dividimos y delimitamos a nuestro arbitrio algún tema capital y lo asignamos a alguna de las diversas ciencias. Nos preguntamos, en realidad: “¿Qué nos dicta la razón?”
El enfoque histórico tiene a su favor la fidelidad. Nos ofrece el medio de aprovechar los conocimientos del pasado. Nos permite comprender cuestiones que sólo podemos captar bien si conocemos sus antecedentes. Claro está que los lectores de la historia pueden sacar de un mismo texto enseñanza muy diferentes. Además, el método histórico apareja el riesgo de dar rigidez a nuestro pensamiento, ya que la tradición quizá nos preste escaso auxilio cuando afrontemos los problemas del presente o del futuro.
El método empírico es menos ambiguo: requiere sobre todo un método determinado de apreciación. Ciertamente, lo que los sociólogos contemporáneos destacan en sus obras quizá sea simple fantasía pasajera apenas vinculada con las obras importantes del pasado o escasamente provechosa en relación al futuro. Según el profesor Pitirim A. Sorokin, las actuales preocupaciones sociológicas sólo son “caprichos o debilidades”, y, en opinión de C. Wright Mills, revelan una decadencia de la “imaginación sociológica”.
El tratamiento analítico es el que presenta menores problemas. Unas cuantas líneas de definición, unas cuantas más de explicaciones y basta. Es un camino consagrado por el tiempo seguido siempre desde que lo marcó primeramente Augusto Comte, el padre de la sociología. Pero las normas divisorias de los dominios del saber humano no tienen fuerza de ley. Los doctos, los hombres de ciencia van adonde los llevan sus aficiones, estudian lo que les gusta y cuando quieren: son invasores por naturaleza, sin miramiento hacia los derechos de propiedad ni respeto a las señales de “prohibido el paso”. Por tanto, el definir a voluntad los campos de estudio, aunque a menudo sea aceptable desde el punto de vista formal, constituye, en general, mala guía para el conocimiento de la realidad. Nos presenta un buen plan básico, pero, por falta de reglas efectivas de clasificación, la estructura actual de la investigación suele apartarse mucho de ese plan.

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